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A propósito de las «demandas» sociales.

(Publicado por Siglo Veintiuno el 16 de diciembre de 2010)

Los dos modelos básicos de organización de la economía en la sociedad contemporánea son bien conocidos.  Para efectos de estos comentarios creo que conviene describirlos en referencia a cómo interactúan las personas dentro del conglomerado social. Antes de esa brevísima descripción me adelanto a reconocer que, por supuesto, se trata de modelos ideales que nunca se dan químicamente puros.  Uno de ellos es el de “la coordinación voluntaria” y el otro el de la “organización dirigida centralizadamente”.

Cuando el modelo es el de la coordinación voluntaria, cada individuo, persiguiendo la realización de sus propios intereses, le ofrece a otro u otros el producto de su trabajo, su talento o su industria a cambio de dinero o de otras cosas o servicios que desee adquirir. El intercambio solamente se da si se cumple la condición de que ambas partes lo perciba como mutuamente beneficioso, no de otra manera. Es un modelo en el que nadie está obligado a dar o a adquirir sino aquellos bienes o servicios que, de acuerdo con su personal criterio y percepción de las cosas, sean conducentes a la realización de sus personales intereses.  Esos intereses pueden ser o no altruistas de acuerdo con la opinión de “otras” personas, pero el parecer que vale es el de los individuos que llevan a cabo el intercambio.

Si del modelo de la organización dirigida centralizadamente se trata, es un grupo de personas, bastante chico, el que define tanto los objetivos o metas que conviene realizar y le indica a cada uno de los miembros de la sociedad cómo y en qué medida participará de los bienes o servicios que fuere. El hecho de que cualquier persona quisiera adquirir más de determinado servicio, incluso pagando más por ese servicio, no importa ni interesa pues es el criterio del grupo organizador del proceso el que predomina. Tampoco importa si determinado bien o servicio no le reporta valor alguno a ciertas personas pues, una vez más, el criterio que vale es el de los dirigentes y no el de los integrantes del conglomerado social.

Por consiguiente, la idea de “demandas sociales” solamente puede tener cabida en un modelo de organización dirigida centralizadamente, ya que en ese supuesto sí puede entenderse que se produzca una especie de divergencia entre los criterios de los dirigentes de la organización y las preferencias de los miembros de dicha organización. Los unos pueden ser de opinión, por ejemplo, que es mejor para el conglomerado tener acceso a entrenamiento técnico o profesional, pero los miembros del grupo social –o una mayoría de ellos—tal vez prefieran disfrutar de mejores hospitales o de calles alumbradas.  En el modelo de la coordinación voluntaria, en cambio, cada quien procura adquirir lo que le interesa dando como contrapartida otros bienes o servicios que le interesen a otras personas.   Nadie está en posición de plantear demandas o exigencias.

Cuando en el modelo de la coordinación voluntaria se le quitan por la fuerza a cualquier individuo parte de sus recursos, para sufragar el costo de entregar bienes o servicios a otras personas dentro de un marco de organización dirigida centralizadamente, esto jamás será sostenible en el medio o en el largo plazo por encima del valor que la persona afectada les reconozca en tanto “bienes públicos”. Por encima de ese nivel, el individuo gravado deja de invertir, de producir, de arriesgar.  Así es la vida.

Eduardo Mayora Alvarado.

Publicado enArtículos de PrensaEconomía

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