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Dejar Hacer (I)

(Publicado por Siglo Veintiuno el 28 XII 2010)

¿Para qué sirve el Gobierno? ¿Qué funciones debiera realizar el Gobierno y con qué objetivos? ¿Depende nuestro presente o nuestro futuro del Gobierno? Ya lo sabemos todos: los del lado derecho tienen una opinión, los del centro una más y los del lado izquierdo, todavía otra. Pero además, todos aquellos que reciben algo del Gobierno, lo que fuera, una subvención, una renta, algún privilegio, generalmente opinan que el Gobierno tiene y debe tener esa “importante” función.

Pero, ¿cuáles son las principales razones por las cuales del centro a la derecha se piensa en un gobierno más bien chico? Para empezar, la idea de que cada ser humano tiene la responsabilidad de proveer a su subsistencia y a la de los que de él o ella dependan.  Un hombre o una mujer que no asuman esa responsabilidad fundamental tampoco pueden aspirar, sin ser inconsecuentes, a vivir en libertad y deben contentarse con vivir sujetos a la voluntad de otra persona o del Gobierno.

Algunos piensan que nada tiene de malo plantear algo así como: –hazte cargo de mi persona y mi sustento y luego, déjame en paz, respeta mi libertad y no me molestes. No, el precio de vivir como a uno le parezca mejor es muy alto: hacerse cargo de su vida y de las consecuencias de sus actos. El que no quiera pagar ese precio, que tampoco pretenda ser independiente de la voluntad de otras personas, dentro o fuera del Gobierno.

De hecho, otra forma de describir al socialismo es decir que es un sistema en el que el Gobierno le proporciona un empleo y ciertos servicios a los ciudadanos a cambio del poder de ordenarles cómo vivir y para qué vivir.  De ese modo, para quienes creemos en que la libertad es un valor fundamental, las personas sujetas al poder de las personas que controlan el Gobierno, pierden gran parte de su dignidad humana.

Otra de las razones por las que del lado derecho se piensa en un gobierno chico se relaciona con el ideal del “imperio del derecho”.  Existe una relación inversa entre el tamaño del Gobierno y el punto hasta el cual puede hacerse realidad ese ideal. Esto se debe a que mientras más actividades están sujetas al control o intervención del Gobierno las reglas tienden a ser más casuísticas y discriminatorias.  El ideal del imperio del derecho, en cambio, descansa en la generalidad de las leyes y en su aplicación a todos por igual.

Desde un punto de vista económico, cuando el Gobierno se limita a hacer valer los derechos de las personas y los protege sin discriminación alguna –pero lo hace bien y en serio—, la creatividad humana y la coordinación social alcanzan su mayor expresión y el nivel de vida de todos mejora.  Unas personas sirven a otras en la búsqueda, cada una, de su propio bienestar.  Se coordinan disponiendo solamente de sus derechos negociándolos con los demás.  Cuando alguno comete una infracción o intenta defraudar a otro en sus derechos, o trata de usurparlos con violencia, entonces el Gobierno interviene y así se protege un estado de cosas que incita y motiva a los grandes soñadores –los emprendedores— a invertir, a arriesgar, a producir.

Un gobierno chico “deja hacer” a todas las personas valientes que se sustentan a sí mismas y asumen sus responsabilidades para vivir en libertad.

Eduardo Mayora Alvarado.

Publicado enArtículos de PrensaEconomíaPolítica

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