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El caso Baldizón

      Creo que el político Manuel Baldizón ha venido a encarnar el producto típico de un régimen político y un sistema electoral ya desprovistos de principios rectores, de valores fundamentales y de objetivos basados en un amplio consenso ciudadano.  Dicho de otro modo, el régimen político de Guatemala y su sistema electoral ya solamente existen como marco, el primero, y mecanismo, el segundo, para llegar al poder.

    El ciudadano medio se ha ido hundiendo en una arena movediza compuesta de indiferencia, de ignorancia y de un cierto cinismo, como mecanismo de defensa.  Todas las administraciones públicas del Estado han ido empeorando bajo el actual régimen constitucional, incluyendo las que gestionan la educación estatal, desde la preprimaria hasta la universidad.  De ese modo, los competidores privados se han encontrado con dos circunstancias que van en la misma dirección: por un lado, “el listón” se ha ido colocando más y más bajo, de modo que compiten contra centros educativos estatales cada vez menos eficientes; por el otro, muchos de sus maestros y profesores son “formados” por esos centros educativos.  Como resultado, la calidad media de la educación estatal, como se nos recuerda constantemente por los medios de comunicación social, ha ido a la baja y, por eso que llaman el “efecto rebote”, la calidad media de la educación privada, también.

   Lógicamente, los “grandes” estrategas políticos de precandidatos como Manuel Baldizón y él mismo, comprenden que su “oferta electoral” debe dirigirse a un ciudadano medio que ya no entiende casi nada de principios rectores o de valores fundamentales del régimen político en el que vive, porque la realidad le presenta algo así como “el poder en bruto”.  Para el ciudadano medio, uno se mete a política para llegar al poder y, cuando llegó al poder, uno se vale del poder para cambiar de suerte en la vida.

       La Ley, en éste, “el país confeso de impunidad”, para el ciudadano medio es algo que se aplica o se ignora selectivamente.  Los que tienen suficiente poder o suficiente dinero, según lo aprecia el ciudadano medio, pueden escapar a los efectos de la Ley, a menos que algún enemigo (que normalmente será alguien con igual o más poder) logre esgrimir la legalidad para arruinar a sus rivales.

    Pues “el caso Baldizón” es la síntesis, creo yo, de un régimen político prácticamente a punto de la quiebra.  El político Baldizón ha desafiado a las autoridades electorales, a sus competidores y a la propia ciudadanía con una especie de capricho infantil que va así: –que pretenden limitar mis actividades proselitistas aplicándome la Ley, pues me salgo del ámbito de la Ley… y les saco la lengua.

         De esa manera, Manuel Baldizón, cerrando un círculo histórico, ha venido a ser el “anti Sócrates”.  Sócrates, como es bien conocido (o quizás ya no tanto), bebió la cicuta teniendo la oportunidad de evitarlo pues, de ese modo, con su propia muerte, podía de relieve la injusticia cometida por las autoridades. Baldizón, en cambio, ahora se queja de que no le hayan permitido obrar en fraude de ley. ¡Qué pena!

Publicado enArtículos de PrensaPolítica

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