(Publicado por Siglo Veintiuno el 21 de enero de 2011)
Hace unos días leí que el presidente Colom se ha propuesto crear “Petroleos de Guatemala” o algo así. Por supuesto, sus intenciones son buenas. Él seguramente ve las cosas en términos de que la riqueza “nacional”, esto es, los yacimientos de hidrocarburos que pueda haber bajo la bella y arrugada superficie de nuestro país o de sus aguas territoriales debe explorarse y explotarse para bien de “las grandes mayorías”. O para el “bien común” o de los más pobres.
Creo que casi todos pensamos así: quisiéramos que esos yacimientos se convirtieran en prosperidad generalizada. Obviamente, una vez convertido ese petróleo en dólares o quetzales es probable que las opiniones sobre cómo gastarlos o en qué invertirlos primero fueran muy diversas, pero el común denominador sería alguna forma de concreción del “bien común”.
Es lo de siempre, todos tenemos buenas intenciones, compartimos esas buenas intenciones en cada tema en particular y quisiéramos verlas concretadas en no más de una media docena de bellas realidades: más seguridad, más justicia, más educación, más salud, mejores infraestructuras, más prosperidad económica, etcétera. Pero nada de eso resuelve el problema verdaderamente complejo, a sber: ¿cuál es la mejor manera de lograr que nuestras buenas intenciones se hagan realidad?
Y claro está, si uno imagina un PETROGUAT –o como se le llamara—dirigido por expertos, gestionado con probidad, fiscalizado por la CGN con celo y eficiencia, integrado por ejecutivos, técnicos y operarios entregados al cumplimiento de su deber y, además, con la capacidad de contratar lo óptimo en todo cuanto concierna a los financiamientos, las asesorías, los proveedores, distribuidores y demás relaciones propias de este tipo de empresas, pues, ¿qué puede tener de malo PETROGUAT? Además, ¿no sería esa la única forma de evitar que alguna empresa privada, muy probablemente extranjera, se quede con una jugosa ganancia por la explotación y venta de “nuestro” petróleo? ¿Por qué regalarle a las grandes petroleras más utilidades que pudieran ser para… el pueblo?
Son preguntas válidas, quizás, pero en Guatemala y en casi el mundo entero las experiencias vividas en relación con los equivalentes de PETROGUAT demuestran que el conjunto de incentivos jurídicos, institucionales y políticos de este tipo de “experimentos” conducen al enriquecimiento, a veces legal a veces ilegal, de muchas personas …pero no del pueblo.
La gama de incentivos perversos en relación con este tipo de organizaciones es enorme. Pero el denominador común es que es imposible lograr que el coste y las consecuencias de las malas decisiones de gestión (ni siquiera hablo de los abusos ilícitos o de la corrupción abierta) sea asumido por los verdaderos responsables.
Sí que puede pensarse en otro tipo de PETROGUAT: una sociedad por acciones a la que se le aporten los derechos a la totalidad de los yacimientos petrolíferos de la nación, cuyas acciones se le distribuyan a todos los ciudadanos de manera equitativa, listándose en por lo menos una bolsa de valores local y en una internacional, para que funcione como cualquiera de sus competidoras. ¿No preferiría ser usted accionista de PETROGUAT, S.A., cotizada en la Bolsa de Valores Nueva York, en lugar de ver cómo se organiza otra piñata paraestatal a la que muchos, menos usted, van a darle de palos y llevarse los dulcitos?
Eduardo Mayora Alvarado.
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