La respuesta a esta cuestión depende de los ciudadanos de este país. Más de los que son líderes que de los que son seguidores. Pero de todos un poco.
Si uno se pregunta sobre las actitudes de los principales grupos de ciudadanos creo que la respuesta es a la vez interesante y desesperanzadora. Creo que esos grupos pueden clasificarse entre el de los más bien “conservadores”, el de los más bien “liberales”, el de los más bien “socialdemócratas”, el de los “pragmáticos urbanos” y el de los “pragmáticos rurales”.
Sí que hay grupos de radicales, sobre todo de izquierda, que, si bien son capaces de obstaculizar y de complicar cualquier rumbo que pudiera darse a las grandes cuestiones y políticas públicas del Estado y su gobierno, no tienen fuerza, por sí solos, para llegar a imprimir rumbo alguno ni de marcar la pauta de la vida política del país.
Los más bien conservadores y los más bien liberales comparten una actitud de hastío con todo lo que huele a político y de falta de confianza en las intenciones, la capacidad de ejecución y la probidad de prácticamente todas las administraciones públicas. Sólo una persona que quisiera hacer el ridículo en esos círculos expresaría juicios o pareceres favorables sobre el Estado, lo gubernamental o lo político. De cara a estas elecciones, favorecerán –así pienso—las opciones que les convenzan de que, de ser electos, limitarían el ámbito de maniobra a los políticos, reducirían la intervención gubernamental en la economía y lucharían en contra de la corrupción, que perciben desenfrenada.
Los más bien socialdemócratas presentan una actitud de tolerancia hacia las circunstancias actuales. Como no establecen una relación directa entre ciertos aspectos de la vida nacional, como la criminalidad y la falta de seguridad que se viven, y las principales políticas públicas del actual gobierno, tampoco se sienten culpables de haber sustentado la presidencia de Colom ni retendrán su apoyo en septiembre para los candidatos de la UNE-GANA. Van tras más impuestos, más gobierno y más transferencias condicionadas.
Los pragmáticos, tanto del área rural como de la urbana, tienen un peso decisivo de cara a las próximas elecciones y su actitud es, naturalmente, de un cierto cinismo: a ver quién ofrece más de lo que les interese. No les interesan el medio ni el largo plazo, como tampoco eso que llaman ideología.
Ante ese cuadro, los riesgos de que se planteen una serie de propuestas simplistas, más bien populistas y carentes de fisonomía ideológica, son muy altos. En relación directa a esos riesgos están las probabilidades de que nuestro sistema político pierda todavía más legitimidad, interna y externa.
Ninguno de los partidos o sus líderes, sin embargo, tienen interés alguno por proponer una redefinición e intentar un relanzamiento de nuestras instituciones, por medio de una reforma constitucional. Y, sin embargo, en ausencia de una reforma que rescate al casi colapsado sistema de justicia y ensanche los ámbitos de libertad individual, en general, es casi seguro que fracasará sea quien sea el que gane.
Eduardo Mayora Alvarado.
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