(Publicado por Siglo Veintiuno el 9 de junio de 2011)
Eso, “que se respete el Estado de Derecho”, exigía una de las mil personas que constantemente se refieren a este principio de organización institucional del Estado. Hasta que uno no para mientes en la idea que esa frase expresa tampoco descubre que, en el fondo, carece de sentido.
En parte no es de extrañarse que se cometa un error como ese pues, como ha ocurrido también con el concepto de “democracia”, el ideal que subyace a la noción de “Estado de Derecho” y el principio organizativo en que se manifiesta, han ido perdiendo su significado verdadero.
En parte, también, la expresión “Estado de Derecho” ayuda poco. Es demasiado abstracta, me parece. Siempre he preferido la expresión “Imperio del Derecho” como una mejor traducción, literal y sustancial, de la expresión en inglés de “rule of law”. Como somos muy pocos la que la empleamos, sin embargo, por lo general es necesario atenerse al concepto que por convención predomina.
Paso a explicar por qué este reclamo de “que se respete el Estado de Derecho” carece de sentido, no sin antes aclarar que estoy seguro de que las personas que suelen pronunciarse así lo hacen queriendo significar algo bueno y conveniente para la vida pública, si bien erróneamente.
El punto es sencillo y es el siguiente: un estado de cosas en el que todos los órganos del Estado, cada uno dentro del ámbito de sus competencias, se conduce dentro de los límites del derecho y en el que cualquier persona que fuere afectada por un abuso de poder puede acudir a un juez independiente, con suficientes facultades para restablecer al agraviado en el goce efectivo de sus derechos, es un Estado de Derecho.
Por lo tanto, clamar por que “se respete” un estado de cosas tal, carece de sentido. Uno puede exigir que tal o cual órgano del Estado “respete los límites” de su actuación legal; uno puede demandar que un tribunal de justicia condene a ese órgano del Estado por haber traspasado los límites que el derecho fija para su actuación legal y, en ese sentido, uno puede reclamar “que se respete el derecho” de la persona agraviada. Pero pedir que se respete un estado de cosas en que “impera el derecho” equivale a clamar por que “se respete que se respete el derecho”, o algo así.
Ahora bien, no escribo estas líneas para intentar corregir –si tuviera yo razón—una sutileza técnica. Mi propósito es, más bien, poner de relieve que el “Estado de Derecho” es un concepto que se refiere a una realidad dinámica en la que las cosas ocurren, cotidianamente y por lo general, de determinada manera. En el que las mujeres y hombres de carne y hueso que sean titulares de los poderes públicos procuran ejercerlos, siempre, dentro del marco de las reglas del derecho. Y todavía más importante, es un estado de cosas en que, cuando por su negligencia o descuido o por su dolosa intención transgreden esas reglas, los ciudadanos agraviados están al amparo de jueces independientes y con poder suficiente para enderezar el entuerto. Esa es la realidad cotidiana a la que tenemos que aspirar.
Eduardo Mayora Alvarado.
Eduardo Mayora
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