(Publicado por Siglo Veintiuno el 23/06/2011)
“Seguridad para todos, menos para ti.” Eso es lo que muchos expertos, nacionales e internacionales, y funcionarios de nuestro Gobierno parecen decirle al guatemalteco común y corriente. A ese ciudadano que, perplejo, se pregunta: ¿a mí, qué me da el Gobierno?
Creo que está bastante claro que la seguridad pública no ha sido una de las características de Guatemala durante los últimos treinta años. Pero sí lo fue en épocas pasadas, como la de Ubico y, de hecho, durante buena parte de los años del conflicto armado interno los niveles de delincuencia común (no de la política) eran de risa al lado de las quince o veinte muertes violentas diarias de nuestros días.
Por supuesto, del régimen ubiquista se dirá que era una dictadura y que los llamados “regímenes militares” reprimieron sistemáticamente a todos sus opositores. Medias verdades medias mentiras, pero en fin…
Pienso que también está claro que las circunstancias actuales se relacionan con unas cuantas decisiones bien concretas de personas bien concretas, que fueron gravísimos errores. Uno fue la absurda desarticulación de la PNC salida del gobierno del ex presidente Arzú, a manos de la Administración Portillo. Es una pena que nadie le haya explicado a él el significado de aquella expresión: “muerto el Rey, viva el Rey”. O quizás sus motivaciones hayan sido otras, lo ignoro.
Lo cierto es que a esa desarticulación de las fuerzas de policía –sobre todo de sus mandos—nunca le siguió un “plan B”. Por el contrario, enfrascados –como siempre—en esos mil proyectos gubernamentales que convierten al “grifo del presupuesto nacional” en una “regadera de jardín”, el dinero no alcanzó, ni al ex presidente Portillo ni a su sucesor, Berger, para relanzar una fuerza de seguridad razonablemente funcional. Y, encima, cada chorrito que salía de la regadera era tan tenue que, por supuesto, la pobreza y demás lacras sociales siguieron casi igual.
Después, tras haber convertido a los Acuerdos de Paz en una especie de “quinto evangelio”, en lugar de lo que es: un instrumento fruto de una negociación entre políticos, se redujo el tamaño del Ejército de Guatemala en casi dos tercios y, encima, se mandó a todos sus efectivos de regreso a sus cuarteles (como si fuera ahí en donde la soberanía nacional estaba en riesgo).
Con un Poder Judicial en creciente “caída libre”, con fenómenos de corrupción fuera de control, cuando los cárteles y organizaciones del crimen organizado fueron expulsadas de la ruta caribeña del tráfico de drogas, vinieron a encontrarse aquí, ni más ni menos, que con la mesa servida.
Nuestros gobiernos siguen gastando los presupuestos públicos (que ellos mismos reclaman ser demasiado flacos) en las mil cosas que no resuelven la pobreza ni demás males sociales y, naturalmente, el dinero no alcanza para la seguridad.
Ahora tenemos a una constelación de expertos y de delegaciones internacionales del más alto nivel en el país para contarle al guatemalteco de a pie que, otra vez, no hay dinero para darle seguridad a él y a su familia en su barrio o en su lugar de trabajo pues, “fíjese”, vamos a gastar lo que quede o pueda conseguirse en “la guerra contra el narco y las mafias”. Para ti, no queda.
Eduardo Mayora Alvarado.
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