(Publicado por Siglo 21 en septiembre)
La propuesta de reforma constitucional del Presidente de la República recoge, entre otras, la siguiente disposición: “El Estado reconoce, respeta y protege el derecho a la identidad de los pueblos Maya, Garífuna y Xinca; respeta y promueve sus formas de vida, de organización, costumbres y tradiciones, el uso del traje indígena en hombres y mujeres, sus distintas formas de espiritualidad, idiomas, dialectos y el derecho a trasmitirlos a sus descendientes. También reconoce, respeta y protege el derecho a usar, conservar y desarrollar su arte, ciencia y tecnología, así como el derecho de acceso a los lugares sagrados legalmente establecidos, debiendo la ley determinar lo que respecta a su identificación y reconocimiento.”
Es una visión de Guatemala que se ha procurado promover desde hace muchos años, si no exclusivamente sí con marcada predominancia, por diversos sectores de izquierda y, de ese modo, pasó en términos muy parecidos al ordinal IV del Acuerdo sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas de los Acuerdos de Paz. Pienso que es importante reconocer esta circunstancia porque es una visión inserta en una ideología más amplia que, en términos generales, puede denominarse “colectivista”. Muchos guatemaltecos la comparten parcial o totalmente, como es su derecho, pero no se trata de una visión ideológicamente neutral de nuestra sociedad ni de nuestro país.
En efecto, mientras el colectivista mira a su sociedad como una colección de “colectivos”, es decir, “pueblos” o “comunidades”, por ejemplo, el individualista la entiende como un conjunto de “individuos” o, en términos políticos, de “ciudadanos”. Para el colectivista la identidad corresponde al pueblo, para el individualista la identidad sólo puede ser personal, individual. Para el colectivista el pueblo practica una determinada espiritualidad pero para el individualista solamente una persona individual tiene espíritu y puede manifestar una espiritualidad. Para el colectivista la “comunidad” es la unidad que se decanta por una u otra opción política, para el individualista esa es una decisión que corresponde, exclusivamente, a cada ciudadano en términos de igualdad.
Por consiguiente, esta propuesta de reforma constitucional, de ser aprobada y ratificada, introduciría a la Constitución un elemento ideológico contradictorio con la idea del “guatemalteco” del Artículo 135 y del “ciudadano” del Artículo 136. En esos artículos somos cada uno de los guatemaltecos y cada uno de los ciudadanos quienes tenemos, en cuanto tales, deberes y derechos. Ignoro hasta qué punto mis conciudadanos de descendencia maya, garífuna o xinca estén de acuerdo con que la Constitución los disuelva en un colectivo, de modo que dejen de tener identidad como ciudadanos (pues esa identidad pasaría a los “pueblos”), pero creo que es de la mayor importancia que esta propuesta de reforma constitucional no sea vista como una mera “declaración políticamente correcta”. Es algo mucho más profundo y complejo y, en mi opinión, la semilla de la desintegración de la ciudadanía guatemalteca.
Es una visión que mira al pasado y no a un futuro en el que todos y cada uno de los guatemaltecos gocemos de igual justicia bajo unas leyes generales que no se fijen en el origen étnico, la lengua, la espiritualidad o las costumbres de cada ciudadano.
Eduardo Mayora Alvarado.
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