(Publicado por Siglo 21 en febrero 2013)
¿Qué ha de ser una universidad? Como he indicado en el primero de estos artículos sobre la Universidad de San Carlos de Guatemala, la Constitución Política ya contiene una respuesta a esa interrogante. Soy de opinión que la USAC es hoy en día como es debido a la idea de universidad que ahí se ha plasmado. Es una idea compleja que describe una institución que ha de ocuparse tanto de la educación superior como de la profesional; tanto de la investigación como de la solución de los problemas nacionales; tanto de la difusión de la cultura como de postular o nombrar a una larga serie de funcionarios públicos de alto rango. Encima, debe gobernarse “democráticamente”, en el sentido de que sus órganos de dirección han de integrarse por representantes de sus catedráticos, sus graduados y sus estudiantes.
Así, por un lado, a la USAC se la dota de autonomía pero, por el otro, se la involucra en la vida política nacional, tanto en lo que se refiere su deber de proponer soluciones a los problemas nacionales como también en lo que concierne a las comisiones de postulación y nombramientos en los que interviene (lo cual ha politizado también a las universidades privadas) y, por supuesto, en lo que toca a los procesos políticos y electorales que tienen lugar cada vez que ha de definirse quiénes van a manejar ese 5% del Presupuesto General de Ingresos Ordinarios del Estado.
Por consiguiente, la Constitución contempla una institución que se ocupe de la educación superior, la investigación y la cultura, todo lo cual implica una cierta independencia y distancia del mundo de los intereses políticos y económicos concretos pero, al mismo tiempo, estatuye una institución incrustada en el ámbito político del Estado de múltiples maneras, incluyendo su propio sistema de gobierno. Esto plantea una cuestión fundamental: ¿qué ha de predominar y ha predominado en el largo plazo: la dimensión educativa-cultural o la dimensión político-financiera?
Si uno se fija en circunstancias tales como la inexistencia de pruebas de ingreso a la USAC (con la consiguiente masificación estudiantil), la escasa producción de trabajos de investigación de alguna consecuencia, la magnitud e intensidad de los procesos electorales para elegir autoridades facultativas o universitarias, el crecimiento de muchas de las universidades privadas existentes y la constante creación de nuevas, o en los constantes conflictos que dan lugar a acciones de hecho y no a debates intelectuales (como la reciente ocupación de las oficinas de la Rectoría, por ejemplo), la impresión que queda es que la dimensión educativo-cultural ha ido cediendo terreno a la dimensión político-financiera. Dicho de otra forma: “la búsqueda de la verdad en la torre de marfil” casi ha sucumbido por completo a “la búsqueda del poder en la arena política”. ¿Era de esperarse que, dada la idea de universidad que figura en la Constitución, así ocurriera? Opino que sí y que es de esperarse que siga acentuándose esa situación con grave perjuicio para el desarrollo intelectual y profesional de Guatemala.
Eduardo Mayora Alvarado.
@Vientomares
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