Algunos columnistas han culpado al neoliberalismo guatemalteco de dos cosas. Una, de haber desmantelado el Estado y, otra, de haberlo debilitado a tal punto que, hoy en día, está próximo a la falencia.
Creo que no tiene caso discutir más sobre la diferencia entre liberalismo y neoliberalismo y quiénes sean una cosa u otra pues, en realidad, todos estuvieron felices cuando se logró abrir el mercado de las telecomunicaciones y se creó, con los principales activos y relaciones de GUATEL, una compañía telefónica privada. Pero sí diré que la primera acusación es falsa: el Estado guatemalteco, a diferencia del ecuatoriano, por ejemplo, no tenía fábricas, hoteles, estaciones de gasolina, refinerías, minas, empresas navieras y, por supuesto, compañía telefónica, de electricidad, ferroviaria y portuarias. En Guatemala no se desmanteló el Estado, apenas se abrieron dos mercados, el de telecomunicaciones y el de electricidad (en ambos casos con acierto y éxito, aunque perfectibles) y se otorgó un usufructo sobre las vías férreas y otro sobre los materiales rodantes de la ya difunta o vegetativa Ferrocarriles de Guatemala. Todo lo demás, incluyendo al Instituto Nacional de Electrificación, sigue ahí.
Previamente habían perecido, porque se los había sangrado de ineficiencia y corrupción, el Banco Nacional de la Vivienda (relanzado como banco mixto), INDECA y alguna otra entidad que, de inoperante, ya nadie la recuerda. El Estado de Guatemala, empero, sigue ahí, con sus puertos, sus aeropuertos, sus institutos (de turismo, municipal, de capacitación técnica, de seguridad social, de administración pública, entre otros) y academias (de ciencias, de artes, de lenguas, etc.), sus ministerios, sus entidades autónomas, sus órganos de control jurídico y financiero contable, su banco central, sus superintendencias, etcétera.
También es falso que el Neoliberalismo debilitara al Estado. Procuró que que perdiera lípidos, pero la debilidad del Estado de Guatemala tiene otros dos artífices: los políticos y los sindicatos. El trato es de todos conocido: ustedes, líderes sindicales, organicen a sus huestes y dennos la victoria electoral; nosotros, los políticos, les daremos los empleos públicos, las prebendas, las pensiones y, de todo ese rollo del sistema del servicio civil, no se preocupen. De ese modo, a diferencia de lo que ocurre en algunos países, sobre todo europeos, en lugar de una burocracia dorada que fuera el refugio de tecnócratas e intelectuales de altos vuelos, de los que son capaces de empollar para sacar unas oposiciones dignas de cierto respeto y mucho miedo, al Estado guatemalteco se le enquistó una burocracia gris, tremendamente incompetente, a la que se le remunera más de lo que merece pero suficientemente mal como para que nadie que se respete profesionalmente se proponga una carrera en el servicio civil.
De ese modo, ha ido creciendo una administración pública paralela, fuera del régimen de responsabilidad del Derecho Administrativo, que manda pero no responde. Los ciudadanos, que parecen pero no son tan tontos, se salen del sistema para vivir en la economía informal y, así, paso a pasito, el Estado de Guatemala se enfila hacia el camposanto para ser enterrado.
Eduardo Mayora Alvarado.
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