Hace unos días entrevistaban en la BBC al profesor Francis Fukuyama en relación con sus dos últimos libros sobre el tema del ordenamiento político del Estado. Fukuyama es también autor del famoso libro “El Fin de la Historia y el Último Hombre” en el que, ante los acontecimientos de 1989, él sostenía la tesis de que un ciclo –el de la historia- había concluido con un resonante triunfo del liberalismo democrático y capitalista.
El entrevistador intentó llevar al famoso escritor a reconocer que, en cierto modo, se había equivocado entonces y, por eso, publicaba ahora una obra que, en cuanto al ordenamiento político del Estado, plantea su decadencia. Creo que Fukuyama no reconoció tal cosa; sin embargo, el punto de fondo salió a luz: el déficit del último cuarto de siglo ha estado por el lado del debilitamiento del imperio del derecho –the rule of law– en muchas de las democracias mejor establecidas y en el hecho de que, en las democracias que se han ido añadiendo a las que entonces existían, las bases del imperio del derecho sobre las que fueron erigidas han sido débiles, cuando no enclenques.
Así, en cierto modo la entrevista versó sobre la historia o los procesos que los guatemaltecos han vivido en términos de la evolución de su ordenamiento político durante, más o menos, el último cuarto de siglo. Versó sobre el hecho de que la democracia guatemalteca (y de otros países como Guatemala) ha enfrentado una pronunciada decadencia debido al debilitamiento del principio fundamental del imperio del derecho en el país.
Este problema no responde a factores que deban estimarse específicamente relacionados con la historia, la cultura o la idiosincrasia de los guatemaltecos sino que, más bien por el contrario, es una condición generalizada en el mundo de hoy. Es decir, implantar un ordenamiento político de tipo democrático, basado en un régimen en el que impera el derecho, es sumamente difícil. Una vez implantado, también es difícil mantenerlo y todavía más mejorarlo.
Ahora bien, la generalidad del problema no excusa su gravedad ni está, como expresa el conocido dicho popular: para consuelo de tontos. Es importante comprender, por un lado, que la implantación de una democracia liberal basada en el imperio del derecho ha sido y es un desafío monumental para todos pueblos del orbe y, por el otro, que los frutos de ir logrando enfrentar con éxito ese desafío son proporcionalmente valiosos. En efecto, las sociedades más prósperas, menos conflictivas, más civilizadas, en una palabra, son las que más se han ido acercando al ideal del imperio del derecho, como base de una democracia liberal.
Habiendo dejado atrás hace apenas unos días el proceso de postulación y de selección de magistrados de la Corte Suprema de Justicia en medio de severísimas críticas y cuestionamientos, creo que los guatemaltecos debieran reflexionar sobre la necesidad de superar la desconfianza y recelos existentes entre los diversos grupos o sectores que dirigen los destinos del país, de modo que las reglas constitucionales para la conformación del elemento principal del ideal del imperio del derecho, los jueces, ocurra de mejor manera.
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