Poco después de cuando se conoció la noticia de que Corporación de Noticias había cambiado de dueño, planteé a una de las colaboradoras del diario mi opinión en cuanto a que la dirección editorial debía reunirse con nosotros los columnistas. Le compartí mi impresión de que una empresa editorial como ésta tiene una filosofía de su misión y que, a partir de eso, se crean unas expectativas recíprocas entre los diversos actores de la vida de un periódico. Le pedí que hiciera llegar esta inquietud a quien correspondiera y así me hizo favor, como también de indicarme que, efectivamente, se organizaba algún tipo de reunión.
El tiempo, sin embargo, ha pasado y nada de ello ha ocurrido. En cambio, persiste una distancia infranqueable entre columnistas y propietarios o sus representantes, al igual que con la dirección editorial. Estrictamente hablando, nada de esto “está mal”, en el sentido de que no se violan reglas legales o estatutarias de ese modo. Tampoco se nos transgrede un contrato o cosas parecidas. Y, sin embargo, mi opinión es que la ética del periodismo exige unos niveles de transparencia especiales.
En efecto, cuando una persona se sienta a una mesa a leer las páginas de un diario, quizás acompañado de un café, sus expectativas sobre cómo esas líneas reflejan la realidad, son altas. Excepto por las páginas de opinión, en donde debiera suponer que se encontrará con los pareceres de cada columnista y que cada columnista comparte una visión propia de las cosas (y no la de un tercero), el lector hace de caso que tiene en sus manos “una ventana al mundo” y no unas hojas de papel. Cuando se ha impuesto de la realidad que de ese modo ha llegado su mente, el lector se forma, entonces, opiniones y esas opiniones inciden en no pocas decisiones en su vida y en la de su familia, de sus amigos, de sus conciudadanos.
Creo que son más de veinticinco años de escribir para Siglo Veintiuno y por tanto la decisión que he tomado de dejar de hacerlo, ojalá no en definitiva, no es nada fácil. Por muchos años integré su Consejo Editorial y apoyé el proyecto de diversas maneras. Pero al igual que en tantas otras actividades de la vida, en un diario uno, como columnista, tiene que tener claro que integra un equipo, una organización, comprometida con los principios que rigen su naturaleza. En este caso, los principios del periodismo.
Por último debo decir que, en parte también, en mi decisión influye la situación por la que atraviesa nuestro país. Una situación históricamente crucial pues la ciudadanía se mira a sí misma, como nunca antes en las últimas tres o cuatro décadas, como capaz de incidir en el destino de sus instituciones políticas y, sin embargo, pocas veces han sido tantas las interrogantes en el panorama político del país. Son momentos, creo yo, en que los medios de comunicación social tienen un deber todavía mayor de transparencia y un compromiso más fuerte de lealtad para con sus lectores.
A todos quienes en Siglo Veintiuno colaboraron conmigo y, sobre todo a quienes leían mis escritos, muchas gracias.
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