Entradilla: Las instituciones del Estado no deben formar parte del aparado productivo, pero son indispensables para su funcionamiento y desarrollo.
Rompetextos: Las instituciones del Estado fueron perdiendo prestigio y se fueron viendo de menos por su falta de profesionalidad, sin advertir la naturaleza del vacío que se creaba.
Para muchos liberales, las instituciones del Estado son importantes en la medida en que garantizan los derechos y libertades de los individuos. Punto. Creo que, entre los que yo conozco, Friedrich A. Hayek ha explicado con mayor acierto cómo y por qué esto es así.
En “dimensión píldora”, en la medida en que unos se entienden titulares exclusivos de ciertos derechos (que los demás en general les reconocen) y necesitan adquirir otros o negociar los que tengan para realizar ciertos objetivos (que son sus metas o fines personales), se detienen a “planificar”. Sus planes se basan en ciertas “expectativas”, incluyendo que las otras personas con las que deban negociar, también son titulares exclusivos de determinados derechos (los que les interesa adquirir). Negocian y celebran uno o más contratos que, según sus “expectativas”, también se cumplirán. Ese proceso de coordinación entre múltiples individuos o sus empresas, ocurre con base en ciertas reglas, que los contratantes son capaces de descubrir (cuando es el caso que por lo general las reglas se observan en el mercado) y les sirven de marco para sus negocios.
En la medida en que las expectativas de los agentes económicos se cumplen con más precisión, las posibilidades de planificar a más detalle y a más largo plazo aumentan. Los contratos (como para construir una planta generadora de electricidad que se financia a treinta años plazo, por ejemplo) devienen más sofisticados y sustentan negocios más importantes.
Pero, siempre hay “un pero”. Me refiero a que la idea de “conseguir algo a cambio de nada” es muy poderosa. Es tan poderosa que, en cierto modo, las sociedades humanas se organizan hoy en día en torno a este problema. Actualmente hay muy pocos lugares en los que las personas estacionen sus autos dejándolos abiertos, mucho menos con las llaves puestas, o en donde no se cierren las puertas de la casa o del negocio al salir o al final de la jornada. Los dispositivos móviles ya vienen programados para auto destruirse en caso de robo y las maletas traen pasadores o cerraduras capaces de emitir señales para ubicarlas. Todos tenemos que recordar claves para seguridad de las cuentas bancarias, de las cuentas de consumo, de tarjetas de credito, etcétera. Y lo mismo ocurre en relación con los contratos, mecanismo por excelencia del proceso de coordinación entre los agentes económicos en los diversos mercados.
Y es para eso para lo que están las instituciones del Estado. Para reconstituir las expectativas que se hubieran visto defraudadas por conductas que van desde el oportunismo de mala fe hasta las usurpaciones, todas con el objeto de “conseguir algo a cambio de nada”. Esta es la clave para que una economía crezca y se haga próspera.
Sin embargo, esa función tan importante del Estado, que quizás en la historia de Guatemala nunca haya llegado a niveles de eficacia suficientes para sustentar sostenidamente una economía robusta, se ha difuminado todavía más durante los últimos treinta años. Es una función tan importante como compleja y tiene que estar en manos de equipos de funcionarios profesionales, sujetos al control de jueces y tribunales verdaderamente independientes. Sin eso, las expectativas pueden verse defraudadas y la planificación empresarial devenir imposible.
Es urgente erigir instituciones robustas que sustenten las expectativas legítimas de los agentes económicos.
Eduardo Mayora Alvarado
Fort Worth, 21 de mayo de 2019.
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