Entradilla: los mercados y otros órdenes sociales pueden vivir sin el Estado, pero sujetos a graves limitaciones.
Rompetextos: las reglas del derecho privado permiten comprar, arrendar, dar crédito, asociarse e invertir, suministrar bienes o servicios, etcétera, pero desafortunadamente no todos cumplen sus promesas. Para eso se necesita el Estado.
No me refiero al Coronavirus, sino al hecho de que la economía guatemalteca siga produciendo y, además, mostrando un crecimiento nada despreciable. No es suficiente –visto está—para que las cosas cambien, pero ya lo quisieran muchos otros en Centroamérica y en la América del Sur.
Creo que una de las explicaciones que pueden darse está en la visión de los órdenes sociales del Premio Nobel de Economía Friedrich Hayek. Según él, hay órdenes sociales espontáneos (como el lenguaje) y órdenes sociales deliberadamente creados (como una universidad). Los primeros no son “espontáneos” en el sentido del ánimo que mueva a las personas a actuar, sino en el sentido de que, cuando muchas personas se adhieren voluntariamente a ciertas reglas para coordinarse entre sí, entonces, espontáneamente, surge un orden social. Así, cuando con el objetivo de comunicarse, muchas personas se adhieren en una conferencia internacional a las reglas del inglés, por ejemplo, aquello redunda en un orden espontáneo. Si, además, los organizadores de la conferencia impiden que los latinoamericanos, imaginémoslo así, formen un grupo aparte para hablar en español y si ejercen sus atribuciones para que los documentos, las comunicaciones y los actos administrativos se desarrollen en inglés, pues el “respaldo” a la decisión individual y voluntaria de adherirse al lenguaje en oficial de la conferencia, tendrá mejores frutos todavía.
Si uno se pregunta quién inventó las “reglas del inglés”, a las que todos los asistentes a esa imaginaria conferencia internacional se han adherido voluntariamente, la respuesta es obvia: nadie en particular, millones de personas en general. La historia de cómo se forma la lengua inglesa, es fascinante y, por supuesto, sigue evolucionando y de diversas maneras en las cuatro esquinas del planeta. Pues exactamente lo mismo ocurre con las reglas del Derecho Privado. Nadie las ha inventado en particular y a su desarrollo han concurrido millones de personas. Así como en el caso de los asistentes a la imaginaria conferencia internacional tiene el objetivo de poder discutir los temas de su interés entre todos, así también los integrantes de una sociedad tienen interés en comprar, en arrendar, en dar en préstamo, en dar encargos, en suministrar productos, en asegurar, en realizar obras por un precio, etcétera. Y, ¿cómo se relacionan con las demás personas para lograr esos objetivos? Pues adhiriéndose a las mismas reglas que ellos: a las reglas del Derecho Privado.
Como Hayek explica, no hace falta ser filólogo ni tampoco jurista para aprender el inglés o para celebrar una compraventa con otra persona. Los seres humanos somos capaces (entre la intuición y la razón) de captar cuáles son las reglas aplicables. Es probable que ni siquiera podamos articular las reglas que observamos, pero sí nos adecuamos a las mismas por el interés que tenemos de coordinarnos con otra u otras personas fructíferamente.
Por eso Guatemala sigue respirando. Porque hay millones de personas que siguen realizando todos los negocios mencionados arriba, sin necesidad de que alguien en particular lo organice todo.
El orden espontáneo del mercado (la otra cara de la moneda del Derecho Privado) ha surgido de esa adhesión voluntaria a las reglas, pero ¿con respaldo institucional? Así como la conferencia internacional requería que los organizadores respaldaran con su autoridad el orden que debe guardarse para que eso sea un éxito, así Guatemala necesita del respaldo de sus instituciones, principalmente las judiciales, para que sus mercados rindan mayores frutos. Si Guatemala no crece más, es por esa falta de respaldo institucional.
Eduardo Mayora Alvarado.
Ciudad de Guatemala 7 de marzo de 2020 ©
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