Una de las funciones importantes de todo empresario es la planificación. Si bien actúa en los mercados, que son procesos autogenerados que ninguna persona ni grupo de personas organiza, el empresario sí organiza su empresa y la dota de determinada estructura dinámica. Así, mientras el proceso del mercado es un orden que surge del hecho que los empresarios y los consumidores siguen ciertas reglas para relacionarse entre sí (reglas sobre derechos de propiedad, derechos de crédito, contratos, responsabilidad por daños y otras), la empresa es una organización concebida por sus propietarios o los administradores de sus propietarios (los accionistas en los mercados de capitales) en la que hay relaciones de jerarquía, fines u objetivos definidos por quienes la dirigen y unos medios específicos, también determinados por los administradores, que se emplean en la consecución de esos fines.
Y, obviamente, la planificación empresarial –¡tan importante! –sólo puede llevarse a cabo con expectativas de acierto razonables en un ambiente de estabilidad macroeconómica. En circunstancias de volatilidad, de inflación desenfrenada, de inestabilidad monetaria o cambiaria, la planificación empresarial deviene menos eficaz. Pero no sólo los planes empresariales se frustran en circunstancias de inestabilidad económica, sino también los de la población en general y de los órganos de gobierno. En definitiva, una macroeconomía estable forma parte de la idea de “bien común”.
Sin embargo, la macroeconomía es necesaria pero no suficiente para el desarrollo económico y humano de una sociedad. Recientemente ha circulado por las redes la copia de un análisis de la economía guatemalteca preparado por el equipo de la división de valores negociables de Bank of America. De hecho, este diario ha publicado una entrevista con uno de sus autores hace unos días.
Son muchos los aspectos allí expuestos o comentados y están a disposición de cualquier lector que tuviera interés en enterarse de ellos. A mí me ha parecido sumamente interesante el planteamiento de dos aparentes paradojas, a saber: la primera, que, a pesar de que los indicadores de la macroeconomía de Guatemala sean de los mejores de la región, durante los últimos años, la inversión extranjera directa en el país ha sido muy baja (a excepción de 2021 por una adquisición de acciones de una empresa ya existente y en operación). La segunda, que la macroeconomía de Costa Rica (que en el documento se plantea como un posible contrapunto de la de Guatemala) refleja una situación muy complicada, al punto que ha debido recurrir al apoyo del FMI y, sin embargo, sus indicadores de ingreso per cápita y de desarrollo humano son muy superiores a los de Guatemala.
La pregunta que se impone, por supuesto, es ¿qué factores explican esas paradojas? Las respuestas están también en el informe. Las resumo en las cuatro siguientes: problemas de gobernanza, falta de independencia del Poder Judicial, inseguridad (personal y jurídica) y baja inversión pública. Estos factores generan problemas tales como la corrupción y la criminalidad, que a su vez son factores de la emigración masiva de guatemaltecos.
Esos factores, en mi opinión, plantean la necesidad de tres reformas estructurales (en parte a nivel constitucional), a saber: del Poder Judicial y el sistema de justicia; del sistema de partidos políticos y electoral; del servicio civil y profesionalidad de las administraciones públicas; y de los mecanismos de planificación, formulación de políticas y ejecución de las inversiones públicas (en educación y salud e infraestructuras básicas, principalmente). No es nada fácil, pero tampoco es imposible.
Eduardo Mayora Alvarado
Panamá, 9 de agosto de 2022.
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