Hace unos días Prensa Libre publicó un reportaje sobre el Índice de Desarrollo Sostenible, a partir de una presentación de FUNDESA (IDS2023_Comunicado.pdf (fundesa.org.gt)). Una información más extensa sobre el proyecto de Desarrollo Sostenible Global puede encontrarse en Global Sustainable Development Report (GSDR) 2023 | Department of Economic and Social Affairs (un.org).
Como ocurre con cualquier publicación de este tipo, algunos expertos coinciden con los sectores, factores y elementos de análisis y con la metodología y otros no o no totalmente. El IDS se enfoca en la reducción de vulnerabilidades, la creación de oportunidades y el fortalecimiento de instituciones y mide factores como la libertad económica, la gobernabilidad, la democracia, la percepción de corrupción, la competitividad y el desempeño ambiental.
Guatemala no puntea en los mejores lugares ni en la región ni en el mundo en ninguno de estos aspectos; sin embargo, hay diferencias que, según me parece, son dignas de análisis y comentario. Reflejan, como casi todo en la vida, circunstancias favorables y desfavorables de la sociedad guatemalteca y de sus instituciones.
Así, por ejemplo, en aspectos como libertad económica y “doing business”, Guatemala se sitúa en una posición media (64 de 176 y 96 de 190, respectivamente), en tanto que en aspectos como gobernabilidad, democracia y percepción de corrupción, pasa a posiciones bajas (162 de 209, 98 de 167 y 150 de 180, respectivamente).
Una forma de entender esto es, me parece, como un reflejo del énfasis que las élites políticas, económicas y profesionales han puesto en las dimensiones privada y pública del país a lo largo del tiempo. Es decir, uno puede bien imaginar una nación que tuviera un perfil inverso al de Guatemala, es decir, que mostrara resultados medios en gobernabilidad, democracia y percepción de corrupción, pero bajos en libertad económica y “doing business”. Los puntajes totales serían parecidos, pero en ese país imaginario el sector público sería más eficiente y sostenible que el sector privado.
Otra forma de entender esto es desde la teoría de F A Hayek. En síntesis, él entendía que en toda sociedad se presentan dos tipos de órdenes, a saber: los espontáneos o autogenerados (como el mercado y el lenguaje) y los deliberadamente creados (como las administraciones públicas u órganos de gobierno). Cada uno de esos dos órdenes responde a aspectos diferentes de la condición humana, es decir, a la capacidad de los seres humanos de coordinarse entre sí para lograr objetivos de interés individual o particular y a su capacidad para organizarse entre sí para evitar el uso de la violencia, el fraude o la corrupción de quienes pretendan mejorar de condición a costa de sus congéneres.
Según el profesor Hayek (premio Nobel de economía en 1974), cuando los órdenes deliberadamente creados sustentan el florecimiento de los órdenes espontáneos, se consigue la mayor prosperidad. Entonces, volviendo al índice de desarrollo sostenible, los resultados para Guatemala muestran que sus
mercados, por ejemplo, pudieran ser mucho más eficientes y sus habitantes más prósperos si sus instituciones públicas funcionaran mejor.
Esta pareciera una verdad de Perogrullo, pero no es así. En mi personal experiencia, la mayor parte de empresarios, altos ejecutivos y dirigentes del sector privado piensan que los mercados funcionarían mejor “si los dejaran en paz”, “si nos dejaran producir”. No toman en consideración que, como Hayek ha explicado, la tentación de obtener algo valioso (dinero o poder) a cambio de nada (por medio de la violencia, el fraude o la corrupción), para muchos, es irresistible. No hay otra forma de evitarlo que por medio de instituciones sólidas y, por eso, no es de extrañar que el índice que comentamos procure medir su fortaleza.
Eduardo Mayora Alvarado
Ciudad de Guatemala 23 de abril de 2023.
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