Algunos han considerado los resultados de la primera vuelta de las elecciones generales 2023, para presidente y vicepresidente de la república, como una sorpresa. Otros, conocidos los resultados, más bien comentan: — pero, ¿qué otro resultado esperaba usted? Y, por supuesto, los unos y los otros ofrecen sus respectivas teorías sobre por qué los resultados han sido o no sorpresivos.
Yo he de suponer que cada uno de nosotros tiene su propia teoría sobre todo ello y la mía, al no estar basada más que en los acontecimientos de público conocimiento, carece de importancia como para desarrollarla aquí; sin embargo, algunos de esos acontecimientos son suficientemente elocuentes, por sí mismos, como para merecer algunas reflexiones.
Uno de los temas de fondo más debatidos antes y durante la campaña ha sido el del voto nulo. Tomando de los comentarios en redes sociales una frase reiterada por muchos internautas, “el gran ganador de las elecciones ha sido el voto nulo”. Cuando aproximadamente uno de cada cinco votos válidos ha sido nulo, algo está mal.
Yo creo que hay varios factores que han incidido en esto. Uno de ellos es que algunos de los candidatos han sido excluidos de la competición electoral y es de esperarse que algunos de sus seguidores, e incluso algunos ciudadanos que no lo eran, hayan considerado injustificadas las razones por las cuales fueron excluidos y, así, hayan manifestado su desacuerdo votando nulo. Otro factor puede ser el hecho de que, como se ha publicado en la “Encuesta Libre”, tanto el Tribunal Supremo Electoral como los tribunales de justicia, en general, han perdido credibilidad ante la ciudadanía y, de ese modo, la pérdida de confianza de los ciudadanos en un proceso ecuánime, se convierte en un motivo para votar nulo.
De los candidatos excluidos el caso de Carlos Pineda puede, quizás, considerarse un factor en sí mismo. El hecho de que punteara en las encuestas al momento en que fuera descalificado como candidato es, cuando menos, problemático. A propósito de encuestas, otro acontecimiento que ha marcado este proceso (aunque no totalmente por primera vez) es el de las enormes discrepancias entre los resultados de los comicios y los de casi todas las encuestas publicadas. Probablemente en esto aplique la idea aquella de no disparar contra el mensajero de las malas noticias. Los encuestadores han captado ciertas respuestas y las han plasmado, los especialistas las han procesado y los resultados se han publicado.
Algunos han hablado de encuestas manipuladas, lo cual siempre es una posibilidad. Sin embargo, dos o tres de las generadas por organizaciones independientes y respetables mostraron resultados parecidos. ¿Cómo explicar, entonces, las discrepancias tan enormes? No tengo una respuesta, pero no descarto la posibilidad de que, al paso de los días, según las circunstancias fueron cambiando, también hayan cambiado los pareceres de miles de ciudadanos.
Recordando los primeros dos o tres procesos electorales bajo la Constitución Política vigente, cuando tanto propios como ajenos celebraron su transparencia, eficiencia y participación ciudadana, no cabe duda de que se ha perdido mucho terreno que parecía irreversiblemente conquistado. No pretendo ser el oráculo de quienes no acudieron a votar, de quienes votaron en blanco o de quienes votaron nulo, pero sus decisiones encajan con lo publicado en la Encuesta Libre y se resume en lo siguiente: el proceso electoral no solo debe “parecer” legítimo, para que los ciudadanos le den todo su respaldo, debe serlo.
Eduardo Mayora Alvarado, Gdansk 27 de junio de 2023.
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