Desde hace unas cuatro décadas los guatemaltecos han vivido numerosas experiencias con el modelo salido de la Constitución del ’85 de las comisiones de postulación. Es probable que los constituyentes de 1984 hayan encontrado un área de consenso en este modelo para remontar desacuerdos sobre cuestiones complejas. El poder de intervenir en la designación de altos magistrados del Poder Judicial, del Contralor General de Cuentas, del Fiscal General, de la Corte de Constitucionalidad es muy importante, además de ser crucial para que todos esos órganos puedan ejercer sus funciones con la independencia que, en su respectivo ámbito de competencia, les corresponde.
Comoquiera que haya sido, el hecho es que involucraron a la institución académica pública de enseñanza superior en todos esos procesos de postulación o de elección. No puede suponerse otra cosa más que creían que la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC) estaba integrada, y seguiría estándolo, por académicos con suficiente independencia de los procesos políticos, de los partidos políticos y de los grupos de interés que son los principales protagonistas de la vida política del Estado.
Si en aquel entonces esta creencia era o no razonable es difícil decirlo. Más me parece que no, puesto que, por un lado, la USAC ya participaba en ciertos órganos y entidades del Estado y, por el otro, una de las reflexiones que con frecuencia se hacía en relación con la USAC es que “se había politizado” durante el conflicto armado interno. No me interesa aquí cómo o por qué eso haya sido así, sino el hecho de que ya había antecedentes suficientes para dudar de que “la torre de marfil” se conservaría aislada de la política partidista.
Lo cierto es que, a casi cuarenta años de distancia, está claro que involucrar a la USAC (como a las otras universidades) en estos procesos de postulación no resolvió tan compleja cuestión, sino generó una mayor politización de sus órganos de gobierno. No del mismo modo ni por las mismas causas que en el período histórico anterior, pero sí con mayor intensidad.
En otra ocasión he sostenido que una de las fortalezas más notables de la sociedad estadounidense es que fue la primera nación moderna que supo institucionalizar la búsqueda de la verdad, y sigue siendo líder en eso. La verdad de los acontecimientos políticos y sociales cotidianos, por medio sus grandes instituciones periodísticas; la verdad moral y ética, por medio de sus instituciones religiosas; la verdad jurídica, por medio de sus instituciones de justicia; y la verdad científica, por medio de sus instituciones universitarias. Todas, sin excepción, protegidas por un régimen jurídico que, sin ser perfecto, las dota de la independencia necesaria para que sean creíbles.
Creo que, a menos que se “libere” a la USAC de la política partidista, no tiene futuro como institución académica capaz de ir en busca de la verdad científica. En una universidad debe reinar la libertad suficiente para que investigadores, profesores y estudiantes puedan ir tras la verdad, aplicando el método científico propio de cada área del saber humano con independencia de las luchas entre partidos, facciones, grupos de interés, etcétera. Pero, la USAC no se integra de un campus, de bibliotecas o laboratorios. Se integra de personas, siendo los más importantes las decenas de miles de jóvenes que buscan formarse allí. Tampoco ellos, me parece, tienen futuro en una universidad politizada que, cada día más, se aleja del paradigma de una academia inmune a dogmatismos, partidismos o intereses particulares.
Eduardo Mayora Alvarado
Miami, 27 de noviembre de 2024
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